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Cuerpo sin alma

Cuando eres joven quieres comerte el mundo de un bocado, cometemos muchos errores que más adelante nos pueden costar muy caro.


Nuestro héroe tuvo que esperar un largo tiempo para madurar y enfrentarse a la vida, con las arma de la generosidad, paciencia, justicia para poder lograr sus objetivos. Al final tuvo su recompensa la espera de conocer el mundo y ser una persona justa, observadora y sin perder la sencillez de su personalidad.

Había una vez una viuda con un hijo que se llamaba Giuanin. A los trece años, éste quiso recorrer el mundo para hacer fortuna.


- ¿Para qué quieres ir a recorrer el mundo? --le dijo su madre - ¿No ves que todavía eres pequeño? Cuando seas capaz de derrumbar de un puntapié ese pino que hay al fondo de la casa, entonces podrás irte.

Desde ese día, todas las mañanas, apenas se levantaba, Giuanin cogía impulso y se lanzaba a pies juntillas contra el tronco del pino. El pino no se movía y él caía al suelo cuan largo era. Se levantaba, se sacudía el polvo de encima, y se recluía en un rincón.


Una mañana, por fin, saltó contra el árbol con todas sus fuerzas y el árbol se inclinó, se inclinó, hasta que las raíces quedaron al desnudo y el árbol cayó derribado. Giuanin corrió a avisar a su madre, quien fue a ver, lo examinó escrupulosamente y le dijo:


- Ahora, hijo mío, puedes ir donde quieras.

Giuanin se despidió de ella y se puso en marcha.


Después de varios días de viaje, llegó a una ciudad. El Rey de esa ciudad tenía un caballo que se llamaba Rondello, y nadie se atrevía a montarlo. Los que lo intentaban parecían tener éxito en un primer momento, pero luego el caballo les hacía morder el polvo. Giuanin se puso a mirar un poco y notó que el caballo se asustaba de su propia sombra. Entonces se ofreció para domar a Rondello. Fue a verlo al establo, lo llamó, lo acarició, y de pronto le saltó encima y lo llevó afuera dirigiéndole el hocico contra el sol. El caballo no veía su sombra y no se asustaba: Giuanin lo apretó con las rodillas, aflojó las bridas y partió al galope. Al cuarto de hora estaba domado, obediente como un corderito; pero no se dejaba montar sino por Giuanin.


Entonces el Rey tomó a Giuanin a su servicio, y lo apreciaba tanto que los otros criados comenzaron a tenerle envidia. Y se pusieron a pensar en cómo desembarazarse de él.


Es necesario saber que ese Rey tenía una hija, y que esta hija había sido raptada años atrás por el Mago Cuerpo-sin-alma y nadie sabía nada de ella. Los servidores fueron a decirle al Rey que Giuanin se había ufanado públicamente de que la liberaría. El Rey lo hizo llamar; Giuanin, caído de las nubes, le dijo que no sabía nada. Pero el Rey, cuyos ojos perdían la luz de sólo pensar que se hicieran bromas al respecto, le dijo:

- ¡O la liberas, o te hago cortar la cabeza!


Giuanin, viendo que no había modo de hacerlo entrar en razón, pidió una espada herrumbrada que pendía del muro, ensilló a Rondello y partió. Al atravesar un bosque, vio un león que le hizo señas para detenerse. Giuanin tenía un poco de miedo al león pero le disgustaba darse a la fuga, así que desmontó y le preguntó qué quería.

- Giuanin - le dijo el león - , ya ves que aquí somos cuatro: yo, un perro, un águila y una hormiga; tenemos este asno muerto para repartírnoslo; tú tienes una espada, así que divídelo en partes y di cuál nos corresponde a cada uno.


Giuanin decapitó el asno y le dio la cabeza a la hormiga.

- Toma - le dijo- te servirá de madriguera y dentro tendrás comida hasta hartarte.

Luego cortó las patas y se las dio al perro:

- Aquí tendrás mucho hueso para roer.

Arrancó las tripas y se las dio al águila:

- Aquí tienes comida apropiada, y hasta puedes llevártela a la copa de los árboles donde te quieras posar.

Le dio el resto al león, a quien le correspondía por ser el de mayor tamaño. Montó nuevamente, y estaba a punto de partir cuando oyó que lo llamaban. «Ay de mí», pensó, «no habré hecho una división justa». Pero el león le dijo:

- Has sido un buen juez y nos hiciste un buen servicio. ¿Qué podemos ofrecerte en señal de gratitud? Aquí tienes una de mis garras; cuando te la pongas, te convertirás en el león más fiero del mundo.

Y el perro:

- Aquí tienes uno de mis bigotes; cuando te lo pongas debajo de la nariz, te convertirás en el perro más veloz que se haya visto.

Y el águila:

- Aquí tienes una pluma de mis alas; con ella podrás convertirte en el águila más grande y veloz que vuele bajo el cielo.

Y la hormiga:

- Y yo te doy una de mis patitas; cuando te la pongas te convertirás en una hormiguita, tan pero tan chiquita que ni con lentes podrán verte.

Giuanin cogió todos los regalos, les dio las gracias a los cuatro animales y partió. Aún no sabía si creer o no en la virtud de esos regalos, porque bien podían haberle gastado una broma. Pero en cuanto perdió de vista a los animales se detuvo para hacer la prueba. Se transformó en león, en perro, en águila y hormiga, luego pasó de hormiga a águila y a perro y a león y luego se convirtió en águila, en hormiga, en león y en perro y luego pasó de perro a hormiga y a león y a águila, asegurándose así de que todo funcionaba perfectamente. Reanudó la marcha muy satisfecho.


En el linde de un bosque había un lago y sobre el lago un castillo. Era el castillo del Mago Cuerpo-sin-alma. Giuanin se transformó en águila y voló hasta el alféizar de una ventana cerrada. Luego se transformó en hormiga y penetró en la estancia a través de una fisura. Era un bello aposento y la hija del Rey dormía bajo un dosel. Giuanin, sin dejar de ser hormiga, caminó sobre sus mejillas hasta despertarla. Entonces se quitó la patita de hormiga y la hija del Rey se vio de pronto junto a un hermoso joven.

- ¡No temas! - le dijo Giuanin haciéndole señas de que se callan -. He venido a liberarte. Es necesario que el Mago te diga qué hay que hacer para matarlo.


Cuando el Mago volvió, Giuanin volvió a convertirse en hormiga. La hija del Rey recibió al Mago con mil melindres, lo hizo sentar a sus pies, le hizo apoyar la cabeza sobre sus rodillas. Y le dijo:

- Querido Mago mío, yo sé que tú eres un cuerpo sin alma y que por lo tanto no puedes morir. Pero siempre temo que alguien descubra dónde tienes el alma y logre matarte, lo cual me entristece.

Entonces le respondió al Mago:


- A ti puedo decírtelo, pues aquí estás tan encerrada que no puedes traicionarme. Para matarme haría falta un león tan fuerte que pueda matar al león negro que hay en el bosque; muerto el león, de su vientre saldrá un perro negro tan veloz que para alcanzarlo haría falta el perro más veloz del mundo. Muerto el perro negro, saldrá de su vientre un águila negra que no sé qué águila podría vencerla. Pero aunque mataran al águila negra, habría que sacarle del vientre un huevo negro y rompérmelo en la frente para que mi alma vuele y yo muera. ¿Te parece fácil? ¿Crees que vale la pena que te pongas triste?


Giuanin todo lo escuchó con sus orejitas de hormiga; salió por la fisura con sus pasitos y volvió al alféizar. Allí volvió a convertirse en águila y voló hacia el bosque. En el bosque se transformó en león y recorrió la espesura hasta que encontró al león negro. El león negro lo atacó, pero Giuanin era el león más fuerte del mundo y lo derrotó. (En el castillo, el Mago sintió que la cabeza le daba vueltas.) Del vientre abierto del león surgió un veloz perro negro, pero Giuanin se convirtió en el perro más veloz del mundo y lo alcanzó, rodaron por tierra, mordiéndose hasta que el perro negro cayó muerto. (En el castillo, el Mago tuvo que meterse en cama.) Del vientre abierto del perro salió volando un águila negra, pero Giuanin se convirtió en el águila más grande del mundo y ambas giraron por el cielo desgarrándose con el pico y las uñas, hasta que el águila negra cerró las alas y cayó a tierra. (En el castillo, el Mago sufría una fiebre brutal y se arrebujaba bajo las colchas.)


Giuanin se convirtió en hombre, abrió el vientre del águila y halló allí el huevo negro. Se dirigió al castillo y se lo dio a la hija del Rey, que se puso muy contenta.

- ¿Pero cómo lo has hecho? -le preguntó ella.

- Cosa de nada - le dijo Giuanin- Ahora te toca a ti.

La hija del Rey entró en el aposento del Mago.

- ¿Cómo estás?

- Ay, pobre de mí, alguien me ha traicionado...

- Te he traído una taza de caldo. Bebe.

El Mago se incorporó para sentarse y se inclinó para beber el caldo.

- Espera que le ponga un huevo, así queda más sustancioso - y con estas palabras, la hija del Rey le rompió el huevo negro en la frente. El Mago Cuerpo-sin-alma murió en el acto.

Giuanin, para gran alegría de todos, le devolvió la hija al Rey, quien de inmediato se la dio como esposa.


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